Las guayabas, también conocidas como guayabas de manzana, recibieron su nombre porque su coloración es muy similar a la de una manzana verde, con matices de limón y lima. El fruto es más o menos esférico, con una superficie lisa y surcada. El elemento más atractivo de la guayaba es su fragancia, un ramillete de brillantes aromas tropicales.

La pulpa es única entre muchas frutas, su textura es una combinación de un plátano firme con la suculencia de una manzana. Unas diminutas semillas comestibles adornan el núcleo de la pulpa. El sabor de la guayaba es un reflejo de su aroma, aunque más sutil, con notas de piña, papaya, plátano y limón.

La guayaba puede comerse entera para su simple consumo en fresco. Pueden utilizarse para aplicaciones tanto dulces como saladas, frescas, cocidas, calientes y frías. Entre los ingredientes perfectos para acompañar a la guayaba, que le aportarán más complejidad de sabor, se encuentran el plátano, el chocolate, el mango, el jengibre, la pera, la vainilla, la canela y los vinos dulces.

Las guayabas se pueden maridar con quesos blandos como el chevre y el mascarpone, con mariscos como las gambas, las vieiras y el fletán, y con carnes grasas como el bacon, el lomo y las chuletas de cerdo. La guayaba es un ingrediente perfecto para postres como helados, gelatos, sorbetes, panna cotta y natillas. La guayaba puede hornearse, saltearse, caramelizarse y hacerse puré, conservas y mermeladas. También se puede añadir guayaba a las mezclas de zumos y secarla o deshidratarla, lo que cambiará su textura y concentrará sus sabores.